LO VULGAR

De nuevo, situándonos en la tabla de equivalencias que Rosenkranz propuso en su Metafísica de lo bello, observamos que lo vulgar no es más que la negación de lo sublime y por ello, se muestra de distintas formas.

Así, la negación de lo sublime, se nos puede mostrar desde:


  • La Mezquindad
Que será aquella forma de lo feo que fijará una existencia bajo los límites que le son propios. El propio autor considera que en el campo artístico, la mezquindad se hace evidente cuando se representan las formas por debajo de sus límites, y propone como ejemplo, toda obra que no plasme la nobleza ni la grandeza de la naturaleza. En este caso, sabemos que hemos seleccionado un ejemplo subjetivo, y que en cierto modo, se trata de una manipulación en pro de la adecuación, pues bien es sabido que en la obra de Giotto no es contemplable el uso de la perspectiva.



  • La Debilidad
Será aquella forma que se quede por debajo de la medida inherente.
Como el propio Rosenkranz indica, lo débil mantiene una fuerza de existencia por debajo de la medida que debería tener de conformidad con su naturaleza. Lo débil muestra su finitud en la impotencia productiva, en la pasividad del soportar y del sufrir. Tanto el Prometeo de Rubens como la muerte de Sardanápalo, son dos obras seleccionadas por lo que representan, no por su virtud artística.

En el caso de Prometeo, por no hacer uso de su condición de Titán y rebelarse ante Zeus y los Olímpicos ante el castigo que le infringieron por robar el fuego y dárselo a los hombres.

El caso de Sardanápalo también ejemplifica la mezquindad más fea. El propio de la Delacroix, indicó sobre la escena representada: "Los rebeldes asediaron su palacio... Acostado en una magnífica cama, en la cima de una inmensa hoguera, Sardanápalo da la orden a sus eunucos y a los oficiales de palacio de degollar sus mujeres, sus pajes, hasta sus caballos y sus perros favoritos; ninguno de los objetos que habían servido a sus placeres debían sobrevivir."
Aunque es cierto, que Sardanápalo ya intuía su derrota y caída, la actitud que tomó, es antagónica a cualquier rasgo de fortaleza, a cualquier rasgo de belleza.



  • Lo vil
La antítesis de lo majestuoso es lo vil, que en su autodeterminarse, está determinado por motivos mezquinos, egoístas y casuales. Ciertamente, vil es un término que también es relativo. Si se usa en un sentido positivo (y no comparativo), entonces, designa lo imperfecto, lo insignificante, lo vulgar por antonomasia.

Lo vil será:
    •      Lo banal
En un sentido más inmediato, lo banal es encarnado por lo trivial, lo habitual y lo cotidiano.


Los ejemplos seleccionados, en ambos casos, nos presentan dos acciones que no son propias de una nobleza. Recordemos, que aunque la obra data del XIX, aun está vigente, en cierto modo, la clasificación de los temas de la pintura. Si la representación de temas históricos encarna la nobleza representativa, la pintura costumbrista, es banal, pues no retrata nada fuera de lo normal, sino más bien, actos y actitudes que cualquier humano, independientemente de su condición, puede realizar. De ahí, la selección realizada. El trabajo que ejercen las Espigadoras de Millet, o el acto de comer que representan los niños de Murillo, no entrañan ninguna nobleza ni trascendencia y por ello, caen en la fealdad.

    • Lo casual
En un sentido relativo, es aquello mutable y no fijable.



En este caso, hemos hecho uso de lo que llamamos Antiejemplos.
Si lo casual es feo porque entraña relatividad, en los ejemplos seleccionados, hallamos determinación, premeditación y arrojo.
Tanto el Apolo Belvedere como el David de Miguel Ángel, son dos obras que desprenden la fuerza, la determinación y la intención de sus protagonistas.
David sabía que jugaba en inferioridad de condiciones respecto a Goliat, pero eso no le cohibió para lanzar la honda que mató al gigante. La mirada de la obra de Miguel Ángel lo dice todo menos casualidad.


    • Lo burdo
Es aquello que supone un envilecimiento de la libertad bajo una necesidad extraña o como producción de tal envilecimiento.


El propio Rosenkranz pone como ejemplo, aquella obra esbozada o no terminada. Un plano arquitectónico es burdo porque no recoge la nobleza de la construcción. De la misma manera, el cuaderno de retratos de Villard de Honnecourt, cae en lo vil, porque no representa fielmente, sino que sirve de esquema para desarrollar una obra posterior

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